El príncipe sin corazón

Cada mes de marzo, durante más de dos siglos, visito el palacio donde nací: Versalles. 
Es imposible resistirse al deleite de pasear por sus coloridos jardines. Contemplar la belleza barroca de sus salones llena de paz el corazón que no tengo. Aquí crecí y fui muy feliz rodeado de todas las comodidades, con mis hermanos y mis padres, los reyes de Francia. Sin embargo, esa vida idílica pronto llegó a su fin. Con el advenimiento del movimiento revolucionario, nos vimos inmersos en años convulsos, donde corríamos peligro si permanecíamos en palacio. Huyendo, escoltados por una pequeña guardia, fuimos capturados y encerrados en la prisión del Temple. Ejecutaron a mi padre y mi madre fue sometida a juicio. Bajo palizas y torturas, los revolucionarios me obligaron a testificar en contra de mi madre en un juicio de dudosa legalidad, lanzando calumnias vergonzosas que, hasta el día de hoy, no soy capaz de describir. Mi madre fue condenada por alta traición y también fue ejecutada en el cadalso. Yo no tuve mejor suerte: encerrado en la prisión, fallecí desnutrido y tuberculoso dos años después, con tan solo diez años de edad. Dicen que mi corazón está celosamente guardado en una urna de cristal en la Basílica de Saint-Denis. 

Latente…


 ©Jesús Román



ILUSTRACIÓN: Jesús Román