Jacinta aprendió a escribir a los tres años, y desde entonces no ha dejado de hacerlo ni un solo día. Plasmó su extensa vida en cuadernos de tapa dura que guardaba en un viejo aparador del salón. Su producción literaria era tan abundante que gradualmente invadió el resto de la casa llegando al punto de tener que contratar obreros para ampliarla y así poder continuar escribiendo. Exploraba casi todos los géneros literarios, organizando su producción de manera semanal: los lunes, miércoles y viernes escribía poesía, novela negra y ensayo. Los martes, jueves y sábados, se entregaba al teatro, al cuento y a las novelas de misterio. El domingo lo reservaba para escribir recetas de cocina. En una entrevista que le realizaron para el periódico dominical, afirmó: “Escribo para soñar, y por las noches mi alma vuela”. Hoy en día, la casa de los cuadernos está abierta al público y se disfruta como biblioteca. Resulta curioso que, en su interior, nunca se encontró una sola novela de amor.
TEXTO E ILUSTRACIÓN: Jesús Román
