COLEGAS

Teníamos doce años y éramos inseparables. Él era intrépido e ingenioso y arrugaba la nariz al reír. Yo, al contrario, era reservado y observador. Siempre, trabajábamos en equipo: mientras yo limpiaba botas a señores distraídos, él, con la destreza de un ladrón habilidoso, les birlaba la cartera. Huíamos en direcciones opuestas a toda prisa. Nos encontrábamos más tarde en el embarcadero. Un día, después de una de nuestras persecuciones no se presentó y nunca más volví a verlo. Ruego, por favor, me ayuden a encontrarlo. Se llama Amadeo. Tiene treinta años. Es intrépido, ingenioso y arruga la nariz al reír. 

TEXTO: Jesús Román