Mi abuela Olvido, coleccionaba maletas que apilaba por todos los rincones de su casa. Cada vez que le preguntábamos la razón de esa extraña manía, nos decía que en ellas guardaba secretos que nunca debían ser contados.
Las tenía ordenadas por colores: rojo, para las lágrimas secas, verde, para los anhelos dormidos y azules para las palabras que nunca llegaron a pronunciarse.
Decía que así los recuerdos no se mezclaban, que el mejor remedio para no volverse loca era mantener cada uno en su lugar.
Cuando murió, pudimos comprobar que todas estaban vacías. O eso creímos.
TEXTO E ILUSTRACIÓN: Jesús Román